Los psicólogos escolares no deben escribir libros sobre
sexo. Hacerlo sería considerado "no ético" y "una ofensa para
despido". Por suerte para ti, la ética nunca fue mi fuerte.
Después de pasar años tratando de darle sabor a mi vida
sexual, me di por vencida y recurrí a mi diario. Tal vez mi magnífico, frío,
matemático/obsesivo maridito, simplemente no era capaz de la clase de pasión
que esperaba. Después de todo, mis ex novios -un skinhead convertido en un
infante de marina fuera de la ley, un punk rocker con cara de bebé y un bajista
de heavy metal- estaban tan tatuados y alimentados con testosterona como los
principales hombres de mis novelas románticas favoritas. Si no podía volver a
sentir ese tipo de pasión en la vida real, al menos podría escribir sobre ello.
¿Verdad? Nadie tenía que saber. Sería mi pequeño secreto.
Pues bien ¿adivina qué? Mi esposo leyó esa mierda.
¿Y adivina qué más? Él aumentó su puto juego.
Borracho de poder y bajo el dudoso consejo de mi mejor amigo
y colega, comencé a probar los limites, creando entradas de diario de
elaboración específicamente diseñadas para manipular el comportamiento de Ken.
En su mayor parte, respondió maravillosamente... excepto cuando no lo hizo.
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