Nuestro padre los atrapó incendiando el centro deportivo de la escuela secundaria y los envió a pudrirse en la cárcel durante seis años.
Pero estar encerrados no hizo nada para frenar su apetito por el pecado y el libertinaje.
Ahora están de regreso con una nueva agenda: joder, atormentar, enseñar, con una cosa en mente: recuperar el tiempo perdido con su hermana pequeña malcriada.
A mí.