
Carolina, además, es rica. Muy rica.
Con unos padres que forjaron su vida en Nueva York a partir de la nada, Carolina posee un generoso fondo fiduciario con el que puede comprar cualquier cosa que desee. Desafortunadamente, viene junto con unos padres que tienden a ser un poco entrometidos en los asuntos personales de su hija. No les agrada que su pequeña trabaje rodeada de la escoria neoyorquina.
Cuando su padre decide contratarle un chófer personal (más bien una niñera que otra cosa), Caroline considera que han ido demasiado lejos. Cada día es más exitosa y no necesita que un granjero blanco de veinticuatro años, la siga a todas partes. El problema es que cuanto más lo ve, más difícil le resulta quitárselo de la cabeza.
¿Y si no es capaz de resistirse a su chófer con aspecto de dios dorado?
Y lo que es más importante, ¿qué pasaría si Caroline se deja llevar?